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Mostrando las entradas de 2024

Diario de un amor

  Tokyo, 01 de Enero de 1986. Imagen tomada por mi novio de entonces, Haruki. Pidió retratarme desnuda y exhausta, en la madrugada, luego de hacer el amor y celebrar la reciente llegada del tórrido año de 1986. Estabamos en una habitación en el centro de la ciudad que el rentaba, con poca ventilación, decoración de mal gusto, sumamente pequeña. Yo era poco más que una adolescente, el era unos años mayor que yo. Fumabamos mucho, bebíamos aún más, y el mundo era nuestro. O eso creíamos. El luego fue escritor, pero en ese momento no era nadie, y yo quería ser famosa. Quería tener poder. A cualquier precio. Ilusa. Con Haruki nos unía la piel y los excesos. No mucho más. A mi in me interesaba ni me gustaba su intelectualidad, menos aún la incipiente obra que apenas comenzaba a narrar; a él quizás lo interpelaban algo más que mis pechos, probablemente mi descarnada forma de encarar la vida y querer dirigir mi destino. No compartimos mucho tiempo más juntos. Meses después de esa foto, s...

Fuegos de artificio

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  Anoche hubo fuegos artificiales. La noche oscura se volvió día mientras el cielo se iluminaba. Temblamos. De nuevo. Solo hubo daños menores. Pero nunca te acostumbras. El mes pasado también los hubo, pero en pleno día. Fue la última vez que vi a papá. Cuando se disipo el humo, Ramad lo estaba llevando en andas hasta un vehículo que se perdió en el camino. Sigo esperando por él, mientras cuido de mamá y mi hermana. El alma en pausa, en un juego de ajedrez donde somos menos que peones. La desesperada angustia existencial de que hoy podría ser el último día de tu vida, con una latencia real, no metáforica, no como una forma de analizar la vida en la pasividad de un sillón, tomando un café caliente, previo a disponerte a descansar. Aquí es real, esquivando a la muerte, cada día es un nuevo milagro, cada hora, un regalo de Alá. Diez días de calma bastan para intentar retomar la rutina. Solo hay más escombros. Solo hay menos personas. Hasta que explota una vez más todo. Vuelan ...

Playa

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Me alcanza con recordar el olor que impregnó el auto del nono cuando ya estábamos a unos pocos kilómetros de San Clemente, para saber que ese fue el punto exacto en el cual sentí mariposas en la panza por primera vez. Esas cosas no se olvidan, claro que no. Los 80 se caían por la ventana con precios que volaban en una misma tarde, e irnos de vacaciones por primera vez (en realidad no la primera primera, pero si la primera vez de la cual yo tomé noción real) fue una empresa casi de riesgo. Yo no sabía bien que era Villa Gesell, pero papá me dijo que era un lugar con mar y arena, y no me produjo ninguna sensación particular. Solo estaba contenta por irme de vacaciones, que tampoco entendía bien del todo que era aún. Pero ese aroma. Que no era solo un aroma, era una aroma y una brisa, y una forma de quemar del sol que nunca había sentido. No tenía palabras en ese momento, y creo aún no las tengo, pero si me acuerdo de lo que sentí cuando dejamos los bolsos en la casita que quedaba a 5 ...

Gallego

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“Perturbar, lo que se dice perturbar, fue lo que pasó esa noche”, dijo Luis. Luciano, que estaba escuchando de refilón, lo interrumpió. “Dale, Luis, decime la verdad: vos estabas tomado ese día”. Nervioso, atolondrado por defenderse de la “acusación” de su compañero de maestranza, mantenimiento, limpieza (y seguridad) en el club, y ansioso por quedar bien ante parado ante su espontánea audiencia, que estaba conformada únicamente por Juanjo, presidente del centro de jubilados “La fraternidad” y socio del club desde la década del 60, Luis insistió en que no, que no había tomado, que había estado con un ataque al hígado bárbaro por un lechón que comió el día anterior. “Luisito, somos pocos y nos conocemos mucho”, lo chicaneó Juanjo. “Que no, que lo juro por mis hijas, es verdad lo que les voy a contar”, y se santiguó tres veces seguidas. Los tres se encontraban en el hall de la sociedad de fomento. Las paredes despintadas, en distintos tonos de amarillo pálido, y la puerta de metal oxidad...

Vicisitudes de un amor culinario

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La noche que nos conocimos no fue una más para mí. Quedé deslumbrado por tu brillo, por tu aroma y tu inmensidad. He conocido a otros como vos, desde ya. Pero nunca con la combinación perfecta de caramelo a punto, crema que rememora una nube y dulce de leche generoso y rebalsón: tus compañeros que te adoran y adornan, te complementan y te potencian. Esa vuelta me generaste una alegría como no recordaba, una ilusión nueva, un palpitar de emoción y cosquillas en la panza. Me sentí un chico a punto de hacer su primer gol en la primera del club de sus amores.  Corría la pandemia y no podía ir a buscarte, sino esperar que por algún hecho azaroso (o no tanto), un pedido concreto a alguien dispuesto a cruzar de la Ciudad a la Provincia por arrumacos y calor, te pasara a buscar sin excusas. La interlocutora y transportista de turno no lo sabía, más quizás intuía lo nuestro. Poco importaba. Lo real, lo valiente, lo exclusivo, era estar juntos. Pasó el tiempo y pude ir a visitarte a tu hogar...

¿Por qué estás en un hospital?

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PRIMER ACTO Es viernes a la noche, hace calor y la humedad se hace sentir más que otros días. Casi no hay señal en este hospital del conurbano bonaerense. Se me acaba la batería del teléfono y tampoco me traje nada para leer. El doctor se acerca y dice que hay más de diez horas de demora para la atención. La gente se agolpa por la epidemia de dengue de marzo y, efectivamente, es el único médico en todo el hospital zonal que deambula entre la guardia y los pisos de internación. Mi abuela casi no se queja. Está con fiebre pero se la banca. “Estuve peor en la guerra, nene. No pasa nada. Ya me van a atender”. Pienso en la generación de cristal que me sucede, que tiene ansiedad si no le responden un whatsapp a los 2 minutos y entran en crisis, y me río solo. La abuela me mira y también se ríe. La gente nos mira desorientados. En la primera fila veo a dos personas de avanzada edad. Ella le sostiene la cabeza a él, y probablemente también su alma, cuyo cuerpo parece querer pedir la cuenta...

El ojo (sentimientos encontrados)

  Hace mas o menos una hora que llegué a casa. Sigo aturdida y algo confundida. Por la luz que entra por una hendija de la persiana, entiendo que debe ser el final de la tarde, pero de camino hacia la clínica estaba lloviendo. De hecho, no estoy del todo segura que sea el mismo día. Siento la cara adormecida, como si me hubiera desmayado arriba de una bolsa llena de hielo. Tengo algunas dificultades motrices para mover el resto del cuerpo, y por eso prefiero quedarme en mi cama, quietita. El clima en casa es cálido; todavía no se fue el verano, pero yo siento algo de frío. Creo percibir un aroma a café que viene de la cocina, y la veo a mi hermana salir disparada a ver si puede comer algo. Ella come a toda hora, es muy glotona; algún experto diría “como toda colorada”, pero a mi me parece un reduccionismo un poco simplista, y me hace acordar a la frenología de Gall. Enseguida viene él, con su taza humeante, me pregunta “¿cómo se siente mi nena?”, y me hace un mimo en la cabeza. Des...

Alineación de planetas (o como llegar)

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Me transpiran las manos. Mucho. Me causa gracia, no se por qué. Estoy nervioso, acelerado, ansioso. Meo cada 3 minutos, mucho más que lo habitual, que igual siempre es muy seguido. Me cuesta creer que una sucesión de hechos afortunados haya provocado esto, que este llegando, cuando como mucho podrían haber sido 5´ minutos en la calle. Una estimación de tiempo muy generosa, una autopista absurdamente desierta en hora pico, tres (tres!) pacientes ausentes que permiten adelantarte el turno, y un mensaje de "me atendieron enseguida, si querés voy para tu casa". 23 minutos interminables, 1 litro de agua, 45 suspiros controlados. Una tensión casi cómica, pues no era un hecho descomunal, aunque francamente tampoco habitual. Pero me acompañaba una inquietud diferente. Medio mística, como de tener total y plena consciencia que todo esto estaba ocurriendo por una suma de acontecimientos fortuitos (como si realmente existiera el azar), que una alineación de planetas y astros así lo hubi...