Diario de un amor
Tokyo, 01 de Enero de 1986.
Imagen tomada por mi novio de
entonces, Haruki. Pidió retratarme desnuda y exhausta, en la madrugada, luego
de hacer el amor y celebrar la reciente llegada del tórrido año de 1986.
Estabamos en una habitación en el centro de la ciudad que el rentaba, con poca
ventilación, decoración de mal gusto, sumamente pequeña. Yo era poco más que
una adolescente, el era unos años mayor que yo. Fumabamos mucho, bebíamos aún
más, y el mundo era nuestro. O eso creíamos. El luego fue escritor, pero en ese
momento no era nadie, y yo quería ser famosa. Quería tener poder. A cualquier
precio. Ilusa. Con Haruki nos unía la piel y los excesos. No mucho más. A mi in
me interesaba ni me gustaba su intelectualidad, menos aún la incipiente obra
que apenas comenzaba a narrar; a él quizás lo interpelaban algo más que mis
pechos, probablemente mi descarnada forma de encarar la vida y querer dirigir
mi destino. No compartimos mucho tiempo más juntos. Meses después de esa foto,
solo eramos dos extraños conocidos. Tengo un buen recuerdo de él. Y también de
mí misma cuando joven. No sabía el mundo que se me presentaría luego. Siempre
tendré la duda acerca de si hubiera hecho todo lo que hice si alguien me
hubiera contado mi futuro. Sigo sin respuesta aún.
Suzuka, 04 de Mayo de 1988.
Fotografía tomada durante la ola
de calor en medio del Gran Premio de Fórmula Uno de Japón. Jamás la temperatura
había llegado a ese nivel en el país, el cual estaba paralizado por el
desarrollo de la carrera. Todos se derretían a la intemperie, pero en los boxes
del circuito se sentía realmente como un infierno. Estoy bebiendo agua de un
bebedero, mirando a Ayrton de manera lasciva, con mi brasier a punto de caer,
mientras el eterniza en su cámara ese instante. Casi nadie lo supo nunca, pero
él era un gran aficionado a la fotografía. En el marco de la primera jornada de
clasificación, me encontré por primera vez (más no así la única, ni la última)
con un joven y entusiasta Senna. Un representante local amigo de quien manejaba
su carrera nos había presentado la noche anterior, y no nos separamos en todo
el fin de semana. En esa época aún no llamaba la atención de la prensa rosa,
como sí ocurrió ya entrados los 90´, donde todos los flashes se los robaba su
historia con Xuxa. Ja! Vaya farsa! Los pocos que conocen la historia, la real,
saben de nosotros. Ayrton me juró amor eterno. Me dijo que yo era su amor
verdadero. Yo lo creo, y eso es lo único que importa. Mi hombre, y la fama,
todo junto de la mano, estaban por coronarse.
San Marino, 01 de Mayo de
1994.
Estoy en Imola, a escondidas. No
tengo permitido el ingreso a este Circuito. A ninguno ya, en realidad. Como
siempre, nadie sabe que estoy aquí, viéndolo; como siempre, todas las luces van
con Xuxa. La odio con toda mi alma, detesto vivir a su sombra. Ella no sabe de
mi existencia, seguro. Hace mucho que no nos vemos con Ayrton, desde que la
justicia de varios países ordenó con el mayor de los sigilos que no me dejaran
acercarme a más de 500 metros de donde él estuviera; aún así, sé que el me sigue
amando como el primer día. Incluso a pesar de la discusión que tuvimos cuando
entré a la fuerza en su mansión de San Pablo. A pesar de mi detención, y de lo
que habría podido ser un escándalo internacional solo tapado a fuerza de dinero
por la habilidad de los dueños de Honda, proveedores durante años de los
motores de los vehículos en los cuales Senna corría, en mi interior sé que el
amor de Ayrton seguía intacto. Y mientras repaso eso en mi cabeza, escucho el
ruido. El impacto. Sin lugar a dudas, el día más triste de toda mi vida. No
conozco al fotógrafo, pero esa imagen se replicó por miles: una ambulancia
retira el cuerpo ya sin vida de Senna, de mi amor, tras impactar en la maldita
curva de Tamburello en el Circuito de Imola. Una parte mía se apaga en ese
instante para toda la eternidad.
Sapporo, 10 de Octubre de
1997.
Una amiga tomó esta fotografía,
en la que se me ve descansando sobre una canoa, con el pelo muy largo, de un
tono caoba, diferente a como lo tuve durante toda mi vida. Hubiera querido que
fuera tomada por mi amado, en algún viaje por el mundo. Pero no. Fue en uno de
los pocos momentos de distracción y paz que tuve en esos álgidos meses, en los
cuales debí alejarme de la sociedad y comenzar una nueva vida en una zona
pesquera. Tras un horrible informe amarillista que dio a entender que yo podría
haber saboteado el auto de mi amado Ayrton en 1994, solo para poder cuidarlo y
asistirlo de incógnito en un hospital en Italia durante meses, todo Japón (y
también todo Brasil) comenzó una casa de brujas contra mi persona. El mundo
entero conoció mi rostro y las denuncias en contra de mi persona. Mi vida se
transformó en un calvario. Pero eso no fue lo peor: en ese informe también dijeron
que Xuxa estaba devastada aún por su muerte, 3 años después. Pero que tupé! Si
ella no lo amaba como yo! Si el solo me amaba a mí! Lamentablemente, solo el
ostracismo y una vida oculta pudieron salvarme. Llena de pena, llena de dolor,
pero viva.
Nagano, 12 de Junio de
2012.
Un médico capturó esta imagen, la
última que alguien logró sacarme con vida. Estoy en la cama del hospital
general, luego de la cuarta operación a la que fui sometida por ese cáncer
agresivo. Solo peso 43 kg, el color de mi piel es casi verde, mis ojeras son
descomunales. No queda mucho. Mi padre Yuki sostiene mi mano, queriendo lograr,
en vano, que mi cuerpo se aferre a este plano. Mi alma comienza a elevarse, y
puedo ver más médicos entrar a la habitación, intentar darme una inyección,
hacer algo, traerme de vuelta. Mi padre abatido se niega a soltarme la mano,
pero lo obligan a despegarse de mi. Ya no siento dolor, y puedo flotar.
Lentamente dejo este plano, para adentrarme en uno mas luminoso, donde estoy
liviana, y en paz. Estoy feliz que haya llegado mi hora. Por fin, después de
mucho tiempo, voy a reencontrarme con mi amor. En ese momento, veo una luz, y
tras ella, una silueta. Se que es Ayrton, no puede ser nadie más, seguro vino a
buscarme. De repente, mi cuerpo empieza a pesar, y un golpe de reanimación intenta
traerme de nuevo a la vida. Escucho ruidos y voces de médicos sumamente difusas,
pero con mucha claridad y precisión, oigo gente cantar “Es la hora es la hora,
es la hora de jugar!”.
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