Velas

"Brunswick es una ciudad alemana de aproximadamente 50.000 habitantes. Está ubicada 2 horas de tren de Berlín, y a media hora de Wolfsburgo, emblema por estar allí establecida la sede principal de la automotriz Volkswagen. Pero el dato distintivo de esta Ciudad es la particularidad que ocurrió exclusivamente durante 1964. Nunca nadie supo explicar cómo, ni porque: en todo ese año, al momento de celebrar un cumpleaños, al cumplir con el rito casi obligatorio del soplido de velas, sobre los pasteles se dibujaba con fuego un número... un número que de buenas a primeras lucía como caprichoso e injustificado. A medida que avanzaba el año, indefectiblemente esto se repetía en todos y cada uno de los festejos. Incluso aquellos escasos que, atemorizados, cancelaban la celebración, veían en algún momento grabado un número en algún sector de su vivienda. Con el correr de los días, los habitantes normalizaron este hecho, quizás abrazados a la idea de que a todos ellos, inexorablemente, les había ocurrido. Comenzado el año 1965, esta inexplicable situación cesó sin más. Lo curioso fue que, luego de unos años, toda la Ciudad entendió el significado de esos números. Como si fuera una broma demoníaca o un chiste macabro, el número marcado con fuego representaba los años de vida que le quedaban a cada uno de los cumpleañeros. Cuando el rumor se esparció, nuevamente la población lo tomó como un hecho de lo más normal. Recortes de diario de principios de los ´70 describen a este lugar como "La Ciudad de mayor felicidad en todo el mundo". Las mismas crónicas relatan que los habitantes, lejos de atemorizarse, "disfrutaron enormemente más de sus vidas", pues les permitió organizar mejor sus proyectos de vida, y que bautizaron a este suceso como "el año en que soplamos las velas de los años nos quedan". Ya en los ´80, Erik Hoffenheim, alcalde de Brunswick en 1964, dió una entrevista a un medio de comunicación japonés, donde explicó que " todos vamos a morir, la cuenta regresiva comienza desde que nacemos; que mejor que saber eso con brutal precisión para vivir y enfocarse en lo propio". Nadie nunca supo explicar este fenómeno, ni desde la ciencia, ni desde la fé. Poco importaba."

Son casi las 10 de la noche. En instantes se cumple mi plazo para entregar. Estuve pensando todo el día, y se me ocurrió una historia medio falopa que alguna vez alguien me contó. Le agregué un poquito de picante, y la envío al diario. Le aviso al jefe de redacción. Hace un frío de cagarse, y Duque duerme despatarrado en el medio del sillón. Que descaro. Suena el timbre, y bajo a buscar la comida armenia que pedí. Me sirvo una copa de vino. Medio pelo, pero digno. Casi al mismo tiempo en que pienso "linda forma de arrancar tus 43, Pablito", y que estoy por untar un poco de hummus en pan pita, siento olor a quemado. Viene de la cocina. Abro la puerta, y veo un poco de humo. En la pared, medio difuso, puedo distinguir un número. Es una sola cifra.


   

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