40 jugados


Lezama, 5.30 am. Fue la segunda vez que el Clio de Christian frenó en una estación de servicio para que Daniel se bajara a hacer pis.

-        Amigo, como esta esa próstata, somos un tren lechero, paramos en todas las estaciones – le dijo Federico, desde el asiento de atrás. Los tres se rieron, y acto seguido Daniel bajó al baño. Fede apuró un puchito armado y también bajó.

Mientras tanto, Christian se quedó en el auto; tenía la mirada perdida en el horizonte, por donde empezaba a asomar el hocico del sol. Llevaba la foto de sus hijos en el parasol del auto, la había recortado para que solo aparecieran ellos 4, y no la mamá de los chicos.

Federico estaba unos metros, alejado del área de estacionamiento y de los surtidores. En cada pitada repasaba si no había dejado rastro alguno, cuando había sido última vez que accedió a su casilla de e-mail, y donde llevaba guardado su celular (el real, el suyo, el Iphone, no el Alcatel medio pelo que tenía que usar ahora y cuyo número solo tienen escasísimas personas). Llevaba puestas unas gafas oscuras y una gorra bordo. Quería lucir relajado, pero estaba inquieto.

Daniel terminó de mear, se lavó las manos, la cara y se miró al espejo. Estaba ojeroso, mal dormido, cada vez con más entradas en el pelo; le quedaban pocos rastros de esa melena de rulos a lo Iván Noble con la cual supo pasearse por recónditos sucuchos del suburbano viendo a cuanta banda de rock pudiera. Sabía que en un rato tendrían que frenar de nuevo por él.

La estación de servicio no decía mucho. El bar estaba cerrado, había un solo playero con cara de campechano, rodeado de dos callejeritos durmiendo a su lado, que cada tanto le ladraban a la nada misma. Se subieron al auto y retomaron la ruta 2.

-        Ahora que te vaciaste, ¿porque no arrancas unos matemáticos? ¿No salen esos Mateykos?- le preguntó Federico con tono jocoso a Daniel.

-        Ah listo, ¿ahora te haces el jovial con esas frases? ¿Quién sos, Rodri De Paul? – atinó a agregar a Christian – Pero no vendría nada mal, igual. Dale, hace mate Dani que me duermo sino.

El copiloto se rió y comenzó a cebar. Varias veces compartieron viajes ruteros, sobre todo por la Patagonia y Chile. A sus 30 y pico, soñaban que para los 40 de los 3 harían un viaje en moto por la Costa Amalfitana de Italia. Pues no, lo mejor que pudieron lograr al llegar los 40 fue escaparse unos días a San Bernardo, en el Partido de la Costa, en un auto gasolero al que indudablemente Christian tendría que hacerle medio motor a la brevedad.

Entrada la mañana, y luego de una parada más pasando la esquina de Crotto para que Daniel elimine lo generado por la mateína, llegaron al departamento que un amigo en común de los tres les había prestado: a 7 cuadras de la playa, a 3 de la plaza, 2 ambientes. Muebles de roble, paredes pintadas de amarillo pálido, piso de baldosones terracota. Algunos cuadritos genéricos en las paredes de la cocina, cubiertos de mango celeste, y una pequeñísima parrilla en un patio de 2 x 2: el cliché del inmueble del alquiler en la costa bonaerense, pero mucho más feo. El viento y la temperatura no parecían coincidir con la época del año, en un pueblo que ya comenzaba a expeler esa sensación tediosa de la época invernal sin absolutamente nada interesante para hacer, con varios locales cerrados hasta el próximo verano, y horarios de atención reducidos. El lugar no estaba errado, los que estaban errados eran ellos.

Pasando el mediodía, abortada la idea de ir a la playa, y con el fuego prendido, la botella de fernet fue bajando en forma drástica. Parecían relajados, disfrutando, pero estaban en medio de una tormenta personal de la cual nadie sabía cómo podrían salir.

-        ¿Se imaginaron llegar a la mitad de su vida así? – les preguntó con una tímida y ebria inocencia Daniel – Digo, un poco jodidos. Porque yo no la vi venir. No me imaginé enfermo, depresivo.

 

-        Vos vas a estar bien Dani. Estas con terapia, estas contenido. Y lo detectaron a tiempo, cuando volves arrancas con el tratamiento. Vas a estar nuevo. Pensa que ya te estas quedando un poco pelado, la quimio no te va joder tanto en tu caso- le dijo Federico tentado de risa – Perdón, no podía no decirlo – y agregó - Yo estoy un poco más jugado. Yo no sé hasta cuando la cuento.

 

-        ¿Pero tan mal está todo Fede? – insistió Daniel. A su lado, Christian oía en silencio, y miraba como el fuego crecía, en la parrilla y dentro suyo.

 

-        Si. Es peor de lo que piensan. No queda nada. Ninguna de las empresas. Vendí todas las acciones para cancelar las deudas. Vendí el depto. de Palermo, la casona de Vicente López, el velero, el Audi, la Hilux. Me queda la casita de Bariloche que esta a nombre de mi vieja, y nada más. Así y todo, sigo debiendo guita. Saben que yo no tuve miedo nunca. Bueno, ahora sí. Yo creo que me la van a dar tarde o temprano, a menos que encuentre una forma de generar el tonel de dólares que quieren. Hace 3 años yo me imaginaba invitándolos a festejar nuestros 40 paseando en un barco por el Mar Adriático, tomando falopa entre las tetas de 6 trolas ucranianas, y ahora si me veo saliendo del país es por la triple frontera, en balsa y de urgencia.

 

-        Es mas grave de lo que creía – dijo con terror Daniel – Y encima nos perdimos ese barco. Que lo parió.

 

Daniel y Federico se rieron escandalosamente, mientras Christian continuaba absorto en otra dimensión. Ya se imaginaban lo que estaba por venir, lo que sucedía hacía meses cuando alguien exponía un problema y él esta presente. Christian tomó aire, y en tono casi de grito les dijo:

-        Vos te vas a recuperar Dani. Hay una sobrevida del 88% en tumores encontrados en esta fase. Y vos Federico sabes que algún culo va a sangrar, que vas a empezar de nuevo y que esto solo será una mala anécdota. Yo estoy en la mierda. ¿Les tengo que recordar que mi viejo se cogió a Milagros? ¿O contarles que tengo 3 hijos con una zorra que dice que se enamoró de un milico con aires pseudo nazis, al que no le alcanzó con haberme fajado toda mi infancia, haber fajado a mi vieja, que tuvo que ir a meterse con mi ahora ex y destrozar una familia? Por favor, no sean boludos. Que tu viejo te diga “jodete por pusilánime” y tu mujer te diga que “es amor, pero también el me da más seguridad y vos sos muy inestable Christian”. Eso es estar jodido. Definitivamente jodido. Y yo se que no va a quedar así esto. No me pueden humillar así. Yo me la voy a cobrar con los dos.

30 segundos de silencio. Un silencio de inicio de siesta en una ciudad que casi ya se fue a dormir hasta el próximo período estival. Federico tenía una bala, una sola. Podía ser un éxito o un desastre total. Pero tenía que sacar a Christian de ese lugar.

 

-        Pero no te estas quedando pelado ni sin plata. Pensalo, es un buen punto.

Christian lo miró con el fuego inyectado en los ojos, el fuego que estaba a punto de desatar un incendio monumental. Se acercó a Federico con un vaso de fernet, hasta ponérsele pegado.

-        ¿Sabés que Fede? Sos un pelotudo. Pero es un buen punto-, y se dejo caer en una risa siniestra solo apagada con un fondo blanco.

 

Ninguno tendría ya la certeza de sentirse el más jugado de los tres. Sobre todo cuando a continuación, y ante los rostros impregnados de pánico de sus amigos, Christian agregó:

 

-        Brindemos chicos. Brindemos por nosotros. Brindemos por la amistad. Pero especialmente brindemos por lo que nos queda. Antes de venir, me hice tirar las cartas, con la misma bruja que me anticipo lo de mi papá y Milagros meses antes que efectivamente ocurriera. Me dijo que uno de nosotros tres no termina el año.

 

Súbitamente, la tarde en San Bernardo dejó de ser soporífera.

 

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