Pánico


"Tarde de fútbol, sábado de diciembre en la Paternal, 16 hs. El sol se hacia sentir en el gimnasio de aquel club social y deportivo de barrio, mientras dos equipos de purretes de 8 años correteaban (y lo bien que lo hacían, realmente) detrás de una pelota en un partido del torneo de baby fútbol que estaba por finalizar. Un sábado mas, pero con excesivo calor. Ahí estaba yo sentado, en la tribuna, tomando un agua helada, con signos claros de resaca generados la noche anterior en un boliche de zona sur, mirando como mi hermano definía cruzado de zurda contra el segundo palo del arquero, y le dedicaba el gol a mi viejo que estaba sentado dos escalones por debajo de mi humanidad, en la misma grada.




En el medio del entretiempo, y tras no soportar mas la temperatura, que sofocaba hasta al mismísimo guardián de las tinieblas, fui a la puerta. Desde hacia unos días se vivía un clima enrarecido en la ciudad: de repente, de un día para otro, la oposición política dejo de hacer criticas al gobierno; se esfumó, prácticamente, como por arte de magia. Se dejó de criticar al Indec, la falta de seguridad, la corrupción, el fútbol para todos. Clarín dejó de ser Todo Negativo; los noticieros dejaron de atosigar a la audiencia con informaciones alarmistas. Para Doña Rosa, de una vez por todas se habia fumado la Pipa de la Paz, y empezábamos a convertirnos en un país serio, generando consenso y no discordia. Para mi, significaba una tensa calma, el ojo de una tormenta que estaba por desencadenarse. Y vaya si acerté.



Desde la puerta del club, sentado en el cordón de la vereda, notaba que en la calle no había un alma... y que no ameritaba a los 34º a la sombra. Recordé que por la mañana, muy temprano, creí haber escuchado el ruido de aviones y helicópteros sobrevolar mi casa, pero no supe atribuírselo a una situación real y fáctica o a los efectos de los shots de José Cuervo que habían provocado que mi cara denote síntomas inocultables de una noche larga. Tome un sorbo de lo que restaba de agua en la botellita (totalmente caliente ya), levanté la mirada, y vi una camioneta camuflada pasar por la puerta del club. Y detrás otra. Y otra. Y aproximadamente 10 o 12 mas. Y cada uno llena de oficiales, soldados, militares, no sabría definirlo con precisión; pero estaban armados todos. En el cielo los aviones comenzaron a sobrevolar la ciudad. Mientras atinaba con pánico aterrador a entrar al club, 8 tanquetas se disponían a pasar por el frente de la puerta de dicho lugar.


Todo el mundo estaba dentro del pequeño barcito ya. Mi viejo me miraba con cara de "yo sabia que esto iba pasar". Levantaron el volumen del Grundig 14 pulgadas, y se escuchó un escueto comunicado de la (ex) Presidente Cristina Fernández, quien indicaba que se acababa de producir un golpe de estado en la República, que entregaba el poder a un general de nombre difícil de pronunciar para evitar bajas innecesarias de civiles, que pedía colaboración a la población para realizar esta transición de la forma mas ordenada posible, que el apoyo de la oposición política y de su mismo partido habian generado este Golpe, y no mucho mas. Un mensaje que me hizo retumbar el nombre de Poncio Pilatos en la cabeza durante unos largos instantes. No se bloqueaban los sitios de internet de noticias, no se censuraba a ningún periodista, no se derramaba una sola gota de sangre, ni nadie se oponía (en principio) a los sucesos de aquel 12 de diciembre de 2009. Todo era tremendamente extraño.




Sin embargo, en las caras de aquella gente que se encontraba en el bar, reinaba el terror y la desesperación. Un frío, a pesar de la fecha y la temperatura ambiente, invadió todas esas almas. Acto seguido, mi hermano, mi viejo y yo salimos inmediatamente de aquel lugar para volver a casa. Ya las avenidas estaban invadidas por uniformados, por tanques, por enormes, gigantes camiones de guerra. Lo curioso era que aquello, que evidentemente habia sido totalmente premeditado (y que escondía algo de fondo, seguramente), bordeaba lo incomprensible: toda la indumentaria, los tanques, los camiones enormes (y estimo que los helicópteros y aviones también) de las FF.AA, contaban con el auspicio de empresas multinacionales (los camiones por Coca Cola; los uniformados por Movistar, recuerdo). No se percibían grandes desplazamientos de gente. El silencio, después del retumbar de los tambores militares y los motores de los vehículos, era el sonido que iluminaba el atardecer. Luego de las 20 hs, ya en vuestro hogar, comenzaron a escucharse los gritos y los disparos. Y no cesaron en días. El pánico era el emblema."


Hace 3 días soñé esto, descripción más, descripción menos. Aseguro que me levante totalmente sobresaltado, intentando prender una televisión para comprobar que no era real.

Comentarios

Unknown dijo…
ABSOLUTAMENTE IN-CRE-I-BLE. Una altura literaria pocas veces vista. Felicitaciones.

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