Reloj de arena



El reloj pasa y no pregunta si te gusta, o si te parece bien que lo haga. Gasta sus segundos, los quema, los incendia, con la misma voracidad con la que el Can Cerbero custodiaba las puertas del Hades.

Cada instante que se va no se vuelve a repetir, pasa a la gran masa de momentos acontecidos que forman parte del pasado, sea inmediato o no tanto. A medida en que los abriles surcan los almanaques y las salidas de febo se hacen imposibles de medir, en ocasiones da la sesnación de que vas merodeando por una cuerda floja, entre las cosas que tenes que hacer, las que directamente debes hacer, las que queres hacer y te gustan, y las que te gustaria hacer, en una potencialidad palpable o irrealizable. En esos surcos mentales, tipicos o moderadores de esta edad (la mas linda de todas, según comenta Doña Rosa al pasar), se regodean contrapuntos e ideas de las mas diversas. Desde la correcta elección de una carrera, un trabajo, hasta un acompañamiento constante al lado, o una continua colección de giras y madrugadas de rock, pasando por ideologías o ideales que se creian asentados.

Resta vivir lo que viene con intensidad, y los ojos abiertos, dejando que las circunstancias, en pos de un ballet cosmico y los avatares de la realidad, vayan contribuyendo a la resolución del eterno rompecabezas. La cuerda va a seguir ahí abajo, sosteniendose el equilibrista sobre ella, de un lado al otro. La arena del artefacto que marca el pasar del tiempo seguira cayendo y girando, y nosotros a su ritmo seguiremos aquí, buscandonos, encontrandonos, sorprendiendonos y viviendo lo mejor que podamos, siempre con la cabeza en alto y una sonrisa a flor de piel.

El tiempo es el que marcará el paso y lo que vendrá. Lo interesante de todo es no tener la exactitud, a ciencia cierta, de lo que podrá suceder mañana, en horas, o cuando se de vuelta el reloj para comenzar otro minuto.

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